lunes, 8 de junio de 2009

El Fraude de los Adaptogenos

Creo que el problema fundamental con el negocio de los adaptógenos es que no sólo se trata de un gigantesco fraude comercial (es decir, que no vende lo que ofrece) sino que implica la difusión de un estilo de pensamiento mágico que psicopáticamente desafía toda lógica y que tiende a desbordarse hacia otros ámbitos, incluyendo, por ejemplo, el político o el social, privilegiando la irracionalidad y la arbitrariedad.

Sin embargo, no creo que deba reducirse este asunto a la mera confrontación entre ciencia y superstición: en realidad, el éxito de los adaptógenos puede vincularse al deterioro de la medicina institucionalizada (médicos cada vez menos interesados en la salud real de sus pacientes, cada vez más caros, que prescriben medicinas cada vez menos accesibles y que no son suficientemente honestos en el tratamiento de enfermedades crónicas o de naturaleza psicosomática, tal vez por falta de formación), y en ese sentido, Olalde no ha hecho más que afincarse en un apetecible nicho de mercado formado por la mezcla de: a) ese deterioro de la medicina convencional; b) ideologías contemporáneas de “vuelta a lo natural” (como si hubiera algo en la vida humana que fuese no-cultural); c) promesas de bienestar infinito que la sociedad moderna establece como ideal de vida, y d) la auténtica desesperación de quien no obtiene alivio a sus males. Pensándolo bien, ni siquiera el asunto de la eficacia es verdaderamente relevante: lo importante es el fraude científico, es decir, el uso de un lenguaje cuasi científico para convocar la fe en la eficacia de las sustancias que se venden. Seguramente algunas de las hierbas que se expenden bajo el nombre de adaptógenos tienen, en efecto, virtudes curativas. Pero sólo puede garantizarse esto después de estudios clínicos y experimentales que expliquen tales virtudes dentro de una lógica científica estándar. Comprender sus orígenes no significa justificarlo. Tengo a mano, desde hace algún tiempo, un ilustrativo folleto producido por Olalde que lleva por nombre "Guía científica de los adaptógenos" y que resulta ser un material fundamental para emprender la demolición de este vil negocio. Demolición que debe proceder organizando la diversidad de argumentos que se le oponen en clases. En efecto, se puede argumentar contra los adaptógenos en varios niveles diferentes:

1. La carencia de evidencias acerca de sus efectos. En estos días apareció en las Cartas a El Nacional un alegato de una dama que creo que trabaja en el sector salud dando como ejemplo un caso de curación que ella misma calificó de “milagrosa” gracias a los adaptógenos. Si los adaptógenos actúan milagrosamente, será difícil predecir cuán curativos pueden llegar a ser. Si lo que buscan los usuarios de los adaptógenos son milagros, pues lo honesto es proclamar dichas sustancias como hacedoras de milagros y no como medicinas científicamente probadas. 2. Como fundamento de la eficacia de los adaptógenos, se ha propuesto la delirante teoría ahora bautizada sistémica. En lugar de someterse a las teorías físico-químicas y matemáticas convencionales que podrían explicar el éxito de los adaptógenos (si fuera el caso), Olalde genera una nueva teoría especial para explicar el funcionamiento de sus sustancias, recurriendo a palabras “misteriosas” como energía, organización, adaptación: palabras que carecen de sentido fuera de un contexto teórico razonable. Los tres “Axiomas” que soportan la teoría parecen una parodia de lenguaje científico. Por ejemplo, la teoría afirma que la “energía”, la “organización” y la “inteligencia” forman un “triángulo” que es la salud. Pero la ecuación que establece las relaciones entre ellas ni siquiera sigue el teorema de Pitágoras, por ejemplo, o alguna descripción razonable y conocida de la geometría del triángulo. se aducen como pruebas: los currículo de los médicos que prestan su nombre y carrera a esta empresa parecen también el resultado de una parodia, sin que ofrezcan ningún tipo de fundamento mediante investigaciones o experiencias publicadas en revistas arbitradas. 4. La increíble taxonomía, casi totémica, de las "enfermedades" (en realidad, síntomas) que cada adaptógeno presuntamente cura. Este es tal vez el aspecto más interesante de todos: el mundo de los adaptógenos, con todas sus pretensiones científicas, termina pareciéndose muchísimo al de las creencias tradicionales, especialmente en la lógica difusa: funciona sobre la base de síntomas y no de enfermedades complejas, de modo que lo que se “cure”, presuntamente, será siempre lo superficial, lo visible de la enfermedad y no su origen. Al igual que las formas no médicas de terapia, a cada síntoma puede corresponder una infinidad de adaptógenos, y al revés: cada adaptógeno tendrá una infinidad de aplicaciones, y se usará para enfermedades (o más bien síntomas) que no tienen nada que ver unas con otras. El Palo de Arco, por ejemplo, se usa para candidiasis, para despejar el sistema intestinal, como analgésico, para la diabetes, entre otros usos. 5. La botánica de fantasía: resulta que muchos adaptógenos se producen a partir de una serie de plantas de las que nadie había oído hablar jamás, sin que una descripción botánica seria se ponga al alcance del usuario. Ciertamente, parte de la habilidad del empresario Olalde ha sido la de combinar hábilmente varias sustancias conocidas por su inequívoca eficacia con otras de las que nada se sabe. Por ejemplo, para la osteoporosis se receta, obviamente, vitamina C con calcio y magnesio. Pero también utiliza, con no menos habilidad, el típico rasgo metafórico de las formas tradicionales de curación: para resolver la irregularidad menstrual, se receta algo llamado Vitex Agnus Castus: un latinajo que recuerda vagamente asociaciones con la castidad y lo sexual, y por lo tanto algo tendrá que ver con lo menstrual.
6. Y hasta por el hecho sencillo de que es imposible probar que el material contenido en cada cápsula sea en efecto lo que se predica en la etiqueta correspondiente.

No hay que olvidar que el éxito de los adaptógenos, como el de la astrología y otras prácticas populares, tiene que ver con un contexto cultural e institucional específico. La fe ha dejado de localizarse donde debería: en las religiones, y se desborda hacia otros ámbitos. Lo censurable no es que la gente crea en la eficacia de los adaptógenos o de la astrología, sino que haya gente que se enriquezca a costa de esa fe. Es muy importante que el Colegio de Médicos se pronuncie censurando esta actividad ilícita que Olalde lleva a cabo sin pudor alguno, y que en efecto, ha penetrado más allá de las fronteras naturales de cualquier negocio de la salud, puesto que los adaptógenos figuran en la Guía Spilva de medicamentos de 2002, desprestigiando a ese vademécum.

1 comentario:

  1. Ud es un anunanqui. Representante de las grandes transnacionales que cormercializan con la la salud de los humanos. La biblia dice: En los vegetales verdes les he dado todo. Quiere mas explicacion. Y xde donde extraen los medicamentos los grandes laboratorio para comercializarlo. Ud esta ciego sordo y mudo

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